Los espacios en los que vivimos cotidianamente no son neutrales. Responden a una visión del mundo y a unas prioridades. El ciudadano estándar sobre el que han sido diseñadas las ciudades es un hombre, blanco, cisgénero, con poder adquisitivo alto y con capacidad motora. Por cultura este ciudadano estándar, tomado como realidad universal, tenía el cometido de desplazarse desde su vivienda al trabajo y volver, en un movimiento lineal en la ciudad. Todas las demás experiencias y usos que hacen posible la vida están, pues, no tenidas en cuenta o invisibilizadas como por ejemplo: hacer la compra, cocinar, llevar a las criaturas al colegio, no tener coche privado, necesitar ayuda para desplazarse....
El urbanismo que incorpora la perspectiva de género lo primero que pone sobre la mesa es que el espacio público y las viviendas en las que habitamos tengan en consideración en su diseño, gestión y configuración en la ciudad, todas las experiencias; y visibilizar que el “ciudadano estándar” no es uno y único, sino plural y complejo.
Esta visión también incorpora al urbanismo la idea de que las personas son expertas en sus territorios. Son las protagonistas y las que saben de los lugares en los que viven. Trabajar con procesos participativos, dando voz a las mujeres y su experiencia cotidiana, que como aun recoge la ultima encuesta de cuidados del INE, son las que mayoritariamente se siguen ocupando de los cuidados. También considera la parte simbólica y generadora de imaginarios. Las personas a las que se destaca en el espacio público suelen ser hombres: conquistadores, militares, escritores... El nombre de las calles también. Las mujeres que ocupan el espacio público son o vírgenes, santas o folklóricas (que las folklóricas ole...) pero no hay científicas, ni escritoras, ni mujeres notables en otras artes... Este hecho construye el imaginario de que son los hombres los que escriben la historia.
¿Cómo puede mejorar el urbanismo feminista la vida de las mujeres? ¿y de los y las menores? Puedes ponernos ejemplos.
Hay un ejercicio que invitamos a hacer en los talleres de introducción al urbanismo con perspectiva de género que es invitar a las asistentes a “ponerse en el cuerpo” de una persona, por ejemplo, que lleva un carrito de bebé, que tiene la movilidad reducida, o que lleva a una criatura de la mano. Con estos distintos roles hacemos un itinerario por el barrio, y se puede experienciar la dificultad y la cantidad de elementos desfavorables a la vida cotidiana. Os invitamos a poneros las “gafas violetas urbanas” veréis la cantidad de realidades que no pueden darse en el espacio público.
En cuanto a posibles para las mujeres, como hemos visto en la encuesta del INE, aun somos las mujeres las que sostenemos mayoritariamente los cuidados; en la medida que la ciudad facilite y tenga en cuenta esto, la calidad de vida cotidiana aumentará. Por ejemplo, llevar a las criaturas al colegio, hacer la compra, ir al médico... deben ser actividades que puedan ser resueltas de manera ágil, en el barrio y sin tener que utilizar transporte. Esto también está ligado a la comunidad. El comercio de proximidad, los equipamientos y el espacio público deben favorecer la autonomía de las personas. La autonomía tiene que ver con la accesibilidad -poder llegar-, con la seguridad -percepción-, y debe ser vista como algo complejo.
En cuanto a las y los menores, la ciudad debe permitir el desarrollo vital de todas las personas. Decimos que una ciudad amable con las criaturas y las personas mayores, es una ciudad con alta calidad de vida cotidiana ya que son de los grupos de personas más vulnerables y dependientes. Las criaturas deben poder ir solas y apropiarse de los espacios... ir al cole con sus compañeras y compañeros, jugar en espacios seguros y próximos a las viviendas... En 2019, Oviedo y Mislata (Valencia) ganaron premios de Unicef por tener prácticas urbanas como ciudades amigas de la infancia. Por ejemplo en Oviedo 140 niñxs componen el consejo infantil de la ciudad, que periódicamente se reúne para debatir sus necesidades y transmitírselas al gobierno municipal. Son 16 grupos de participación repartidos en los siete distritos de Oviedo; el 60% son niñas. El plan de infancia lo elaboran de forma conjunta las asociaciones sociales de Oviedo, el consejo de la niñez y adolescencia, y el Ayuntamiento.
El modelo de construcción urbanística pensados para personas de renta baja habitualmente consiste en macrobloques sin espacios verdes, zonas de descanso, sin sombra y/o protección frente a inclemencias climáticas, o espacios intergeneracionales. ¿Crees que esta tendencia está revertiendo o hay trabajo aún que hacer con el sector de las y los arquitectas/os, empresas constructoras o, incluso Administraciones Locales y de Comunidades Autónomas?
Partamos de la base que el planeamiento urbano, la normativa de vivienda protegida, no se diseñó -ni en muchos casos se ha corregido- poniendo en el centro a las personas. Tampoco a la complejidad de la vida cotidiana y se ha considerado la vida y la vivienda como algo estándar, y que responde a unas necesidades que son fijas (para toda la vida, con viviendas no flexibles) y con principios no colectivos. Hay mucho trabajo por hacer en todos los campos, pues es un problema de cuestión global. Las administraciones públicas son las que realizan el planeamiento, es decir, las que deciden el modelo de ciudad. La política de vivienda no ha favorecido el concepto de vida digna.
En esta situación que estamos viviendo, con la pandemia del COVID 19, nos hemos visto confinadas en nuestras casas descubriendo que no estaban adaptadas para que todo el mundo de la familia pasara allí todo el tiempo (sin estar dormidas); ahora, en la “desescalada” nos encontramos con la movilidad restringida, también en la ocupación del espacio público, que también se ha vuelto pequeño. ¿Esto también tiene que ver con el urbanismo feminista? ¿cómo?
Radicalmente sí. El urbanismo con perspectiva de género pone el foco en la escala cotidiana, en la vecindad y en la calidad de vida cotidiana, que está directamente relacionada con todo lo que tenemos que hacer para sostener la vida y que está estrechamente relacionado con la proximidad.
La proximidad debe ser algo que podemos realizar “a pie” (o con otras maneras de desplazarnos) y de manera autónoma. Esto significa que el lugar principal de la ciudad no es el espacio para tráfico rodado motorizado (carretera) sino el acerado, las plazas y los espacios peatonales.
La ciudad debe poder ser recorrida a pie, los lugares deben estar conectados y garantizar su accesibilidad.
Se habla mucho del tema “nueva normalidad”, no sólo en la forma de relacionarnos y de consumir, sino del uso de los espacios públicos. ¿Qué opinas del uso de los espacios en las fases de la desescalada? Por ejemplo: En la Fase 1 se puede salir a consumir a una terraza de un bar, pero no estaba claro sentarse/descansar en un espacio libre de consumo. Pero además, las ciudades, los pueblos ¿tienen espacios preparados para ello, para estar y vivir en las calles, sin tener que consumir?
La privatización del espacio público (muy vinculado al drama de la turistificación masiva de muchas de nuestras ciudades) es una de las realidades cotidianas que podemos detectar como problemáticas. El espacio público debe garantizar ser accesible, no solo accesibilidad de movilidad, sino de renta, de percepción de seguridad, intergeneracional y multifuncional.
Una terraza, que es un uso que puede ser clave para la vitalidad de un espacio público, no debe ocupar un espacio en detrimento de poder sentarse sin consumir, poder pasar por la acera, o poder disfrutar del espacio público en condiciones de facilitación de la vida cotidiana.
El problema es la gestión y esa falta de mirada compleja sobre el uso del espacio público. Normalmente en general, las ciudades están faltas de bancos, de sombras, de mobiliario adecuado, porque el ciudadano estándar que se considera para el diseño y la toma de decisiones, no ha sido tradicionalmente usuario de ese espacio público si no era en relación al consumo, porque puede consumir.
En relación con la pregunta anterior, durante el confinamiento parece que se ha visibilizado mucho de los límites de nuestro modelo urbanístico, especialmente en lo que tiene que ver en la facilitación que hace del trabajo de cuidados, que mayoritariamente asumen las mujeres, sin embargo ¿crees que las medidas que se están adoptando desde las instituciones públicas están teniendo en cuenta esos límites? ¿Qué se está haciendo bien (si se está haciendo algo) y qué se podría/debería hacer?.
Voy a hablarte desde mi territorio cotidiano, que es el que mejor conozco, y del ámbito académico. Es cierto que cada vez más se “escucha hablar” incluso en medios de comunicación de masas, de la ciudad desde un punto de vista de la vida digna en ellas. Pero en el terreno, en las políticas públicas municipales, que son las que principalmente tienen incidencia en las vidas de las personas vecinas, se está muy lejos de esto.
Continuando con las responsabilidades de las instituciones públicas ¿Qué se podría hacer desde los Ayuntamientos? ¿Por dónde podrían empezar?
Los ayuntamientos en mi opinión, son las entidades que deben impulsar y propiciar estos cambios. Son los municipios los que tienen la potestad sobre la ordenación urbana y las ordenanzas municipales que rigen en el espacio público. También tienen la gestión de muchos edificios municipales (por ejemplo los colegios de primaria, aunque varía según la comunidad autónoma) donde pueden incorporarse políticas de igualdad en la gestión de los mismos, o en las intervenciones en estos. Es el ayuntamiento a quien compete la movilidad dentro del casco urbano y las ordenanzas que regulan la ocupación del espacio público. También los materiales del suelo por ejemplo, que repercuten directamente en la isla de calor urbana e incrementan gravemente la situación de crisis climática que tenemos.
Los ayuntamientos son los grandes protagonistas, y hay mucho, mucho mucho que se puede hacer.
Cambiando de tema, en las pocas ocasiones en las que se reconoce la necesidad de que la planificación urbana tenga enfoque de género es en temas relacionados con la seguridad de las mujeres. Todas hemos pasado miedo al transitar por calles oscuras o solitarias ¿Qué opinas sobre el papel del urbanismo en este tema? ¿Qué elementos hay que tener en cuenta para que se favorezca la seguridad de las mujeres en la planificación urbana?
La seguridad es una percepción. Se debe a muchas cuestiones, por ejemplo, la iluminación, la vitalidad de esa zona (es decir, que esté desierto o con actividad), la existencia de solares vacíos, de muros muy largos, de obstáculos que te impidan ver y ser vista...
Pero también el imaginario social, si cuando algún hombre te acosa sexualmente en el espacio público, la respuesta (silencio o no, por ejemplo) de la gente que está también incide en la percepción social sobre la violencia.
Por último, queríamos preguntarte por el trabajo que realizáis dentro de CACTALA en el barrio de Aldea Moret de Cáceres. Tras lo que habéis conocido, desde vuestra experiencia ¿Qué opináis del barrio y de la realidad de las mujeres en el mismo?
Bueno, nuestro paso por el barrio ha sido muy cortito y atravesado por las circunstancias del COVID. En general, las mujeres en los barrios de cualquier lugar no son escuchadas ni tenidas en cuenta en las políticas urbanas. Aquí también.
Es un barrio a mi parecer muy abandonado en muchos aspectos, pero sin duda es dando voz y trabajando poniendo en el centro a las mujeres creo sería clave. Tiene muchas cosas muy buenas de mucha calidad de vida cotidiana, es una zona muy privilegiada en muchas cosas, muy hermosa. La dejadez de la administración es apabullante, como en muchos territorios. Es urgente poner recursos, intención y mirada compleja en abordar la vida digna de las personas vecinas.
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